lunes, 4 de abril de 2011

Letting go: not easy, but necessary

Por la situación del país ya es común que la gente se tenga que ir. La verdad es que yo, personalmente, no veo irme a otro país en mi futuro. Muchos ya deben saber que parte de mi familia vive en Estados Unidos y otra parte en Italia, sin embargo nunca me ha tocado vivir en primera persona la ida de un ser querido (se fueron cuando era muy pequeña), hasta hace unos meses.
El año pasado, mis abuelos nos dijeron que querían irse del país, nadie le prestó mucha atención, lo vimos como algo a distancia, pero no. En mayo se fueron, me acuerdo de que mi abuela nos dijo que no nos fuéramos a despedir porque no quería vernos llorar, pero se fueron después del día de las madres, cómo no los íbamos a ver ese día?
En el colegio nos mandaron a hacer un cuaderno, normalmente habría hecho cualquier cosa e igual sacaba 20, pero decidí que iba a fajarme para regalárselo a mi abuela antes de que se fuera, cuando se lo entregué y leyó la dedicatoria se puso a llorar, luego se dio una cadena de llanto literalmente, terminamos todos llorando. Al momento de despedirnos, reventé, estuve llorando desde que les di el último abrazo hasta que me llegué a mi casa, tomando en cuenta que ellos viven en Prados del Este y yo en La Lagunita.
Desde el día que se fueron, llamaban todos los días, estaba más triste que nunca, ellos eran, son y serán mis abuelos preferidos. En diciembre del año pasado me dieron la mejor noticia que he recibido en la vida: volvían en febrero.
Y sí, volvieron, el día que llegaron me volví loca, les di el abrazo más grande que me ha salido, estaba demasiado feliz. Pero, lastimosamente, la felicidad no dura mucho, nos dijeron que solo habían vuelto para vender la casa y se volvían a ir, también lo vi como algo TAN lejano...
Y de la nada, me encuentro en su casa, ayudándolos a recoger todo para la venta, a los dos días ya la habían vendido (es la casa más bella que he visto, era de esperarse que se vendiera tan rápido). Ahora, estos últimos días, están haciendo una venta de todo lo que está en la casa para poderla entregar lo más pronto posible.
Mientras veía a la gente entrando, lo único que pasaba por mi mente era "qué hacen estos extraños en la casa donde yo crecí? por qué se están llevando todo? dentro de nada ya me tendré que olvidar de esta casa, se va ella y con ella se van mis abuelos y mi infancia", no pude evitar llorar, las lágrimas me salían solas de los ojos. Ahora la casa esta parcialmente vacía, las pocas cosas que quedan tienen un price tag. Saben lo que se siente pensar que algo que forma gran parte de tu infancia, va a pertenecer a otra persona, así como así? Horrible.
Mi abuela al verme me dijo "La distancia no quiere decir falta de cariño, tienen que dejarnos ir, las cosas cambian, ya nada va a ser como antes y tienen que aceptarlo así les duela. A nosotros nos duele muchísimo dejarlos, nos duele muchísimo dejar nuestro país, pero esto no significa que nos vamos a dejar de ver, ustedes siempre van a visitar a la familia, igual pueden visitarnos a nosotros."
Eso me hizo reflexionar, y aquí viene la razón de este post. Cuando alguien se va de nuestras vidas, sentimos que el mundo se nos viene abajo, pero tenemos que ser fuertes y poder levantarlo sobre nuestros hombros. Es cierto, la distancia no es falta de cariño, no podemos dejar que una simple medida matemática nos quite la sonrisa de la cara.